NO QUEREMOS

Bogotá es ciudad ligada a las costumbres, a lo que está bien visto, a lo que debe ser, a reconocer solo en unos cuerpos características estúpidas como la pulcritud, es un lugar donde casi todo debe llegar a lo estético para reconocer algo en el otro. Profesionalismo, valores o deseos. Así mismo quienes allí convivimos en una gran pesca milagrosa donde todos buscan sobrevivir pero no se permiten parar a mirar realmente lo importante. Casi 50 años después de la aparición de los derechos sexuales y reproductivos, aun nos aterra que una mujer rompa ese fatalismo biológico al expresar abiertamente QUE NO QUIERE SER MADRE. Permitiendo que continúen ocultos muchos machos con discursos de deconstrucción pero tóxicos e incapaces de relacionarse de una manera diferente a la violencia, a la agresión a ese discurso de la guerra.

En todas las mujeres o casi todas he podido reconocer esta manera particular de habitar el mundo que no podemos dejar perder por un afán de igualdad radical, por un afán de parecerse cada vez más al modelo universal de sujeto, modelo diseñado exclusivamente para los varones. Este sujeto de la modernidad, de raza blanca, burgués, heterosexual, judeo-cristiano, varón, depredador y guerrero, y pues ya estamos adelantados ya han pasado años, pero las cosas no cambian y aun no se nos ofrece tanto a hombres como a mujeres nuevas maneras de ser.

Frente a este modelo, ellas quieren ser mujeres, siempre y cuando asuman que el hecho de ser mujeres no yace en la indiferencia, como nos lo recuerda Alessandra Boccchetti en su libro, Lo que quiere una mujer; una mujer para la cual la historia de su sexo, su género, se vuelve algo significativo y determinante para pensar el mundo y actuar en él. Tienen demasiadas experiencias y saberes que ofrecer al mundo para disfrazarse de hombres, ¡por favor¡ exiliando estos saberes, negando estas historias, silenciando nuestra palabra frente a los grandes debates contemporáneos de la modernidad, o peor aún, ausentes de las mesas de diálogos, de negociación y en general de las agendas de paz de ese país en guerra.

En donde no se juzgue por cómo se piensa, se actúa, se proyecta la identidad, a veces creo que eso es una utopía más del feminismo, que siempre habrá un hombre o una mujer que diga abiertamente usted cállese. ¡Y es ahí cuando hay que gritar¡

Hay una necesidad hoy de feminizar el mundo, me refiero al hecho de que el mundo se deje impregnar de esta diferencia fundante de la humanidad: la diferencia sexual, la más irreductible de todas; feminizar el mundo significa construir una cultura incluyente, dual, verdaderamente mixta para la cual la mixticidad no es neutralidad. Y no es, por supuesto, a partir de una representación debilitada y sufrida de lo femenino, de un marianismo o maternalismo todopoderosoeso ya no sirve, es desde las conciencias que transformaremos el mundo. Me refiero a esta mujer inaugural, sujeta política y de derecho, que entendió que igualdad y diferencia son conceptos no sólo compatibles sino imprescindibles en sus actuales luchas. Seguir disfrazándonos de hombre contribuirá a desconocer el carácter dual fundante de la cultura y la humanidad empobreciéndola dramáticamente. Somos mujeres con pene.

Quieren, por lo tanto y a partir de lo anterior, hacer política de otra manera. Hacer política partiendo de sí mismas, partiendo de sus experiencias, de sus saberes para cuidar y mantener la vida, de sus maneras de habitar y, por consiguiente, comprender el mundo. UN MUNDO SEGURO, NO TENER MIEDO DE SALIR A LAS CALLES. Queremos aprender a dudar del poder tal como los hombres lo han ejercido y abusado. De ese poder no queremos. De ese poder que, ya lo sabemos, no ha hecho muy feliz a nuestros compañeros, de ese mundo desolado que rodea la verticalidad masculina, no queremos; de ese heroísmo solitario del macho, de esa facultad de nunca llorar en público, de no sentir, de darlo todo, hasta la propia vida, por cualquier meta, desde lo laboral hasta llegar primero al cruce de la vía, de ese universo de competencia guerrera, de esa soledad del poderoso, de ese desierto emocional, no queremos. Por esto, para las mujeres se han vuelto imprescindible hoy re conceptualizar el poder, redistribuirlo, y tal vez por esto prefieren hoy hablar de autoridad.

FRENTE AL ABORTO ¿cuántos años de cárcel tuvo que purgar sólo porque todos los que pretendían juzgarla lo hicieron desde sus experiencias de hombres y ninguno, ni el médico, ni el juez, ni el fiscal, ni siquiera la Corte Suprema pudieron descentrarse algo de esta condición de hombre-varón, sujeto universal y único referente del discurso oficial del derecho. Díganme ¿cuál operación misteriosa, cuál transmutación insondable del lenguaje transforma una mujer víctima de una violación en culpable cuando se decide a recurrir a la justicia? ¿Cuánto tiempo tuvimos que esperar para que los abusos sexuales, las violaciones y las múltiples violencias domésticas, fueran reconocidos y tipificados en los códigos penales? ¿Cuánto tiempo tendremos aún que esperar para que las mujeres sean reconocidas civil y legalmente desde sus diferencias existenciales?

Sí, queremos civilidad y dignidad desde una mirada que atraviese críticamente esta cultura del entre-hombres. La mirada de las feministas italianas nos previene una vez más en relación con los efectos perversos de la metonimia Hombre con H mayúscula que ya ha provocado tantas desgracias).

La pregunta ¿qué quieren las mujeres? va de la mano de otra pregunta: ¿Qué tan visibles son hoy las mujeres? Y las diversas respuestas que aún siguen mostrando su invisibilidad conducen a afirmar sin duda que las mujeres quieren participar en el cambio del mundo. Pero participar desde la diferencia. Hoy día se reconocen, se nombran, se ven, se oyen siempre y cuando se porten como hombres, siempre y cuando no desordenen lo que los varones construyeron desde hace siglos: un mundo hecho a la medida de sus experiencias fálicas.

Por último es creer en nosotros y nosotras mismas. Tarea difícil porque ¿cómo conocernos, reconocernos, escucharnos, apoyarnos y creer en nosotros y nosotras mismas cuando fuimos amaestrados y amaestradas para creer en el otro, siempre masculino, en el dios masculino, en el padre, en el hijo, en el maestro, en dos palabras, en el falo?; ¿cómo creer en nosotras mismas cuando nuestro discurso, nuestra palabra fue imposibilitada históricamente y tachada ideológicamente?; ¿cómo recuperar un mínimo de credibilidad y de autoridad si nuestro imaginario quedó en el exilio durante milenios?; ¿cómo desplazar la rivalidad que fue resultado de la ley del padre y de toda la maquinaria patriarcal y construir en su lugar la sororidad, o la autoridad femenina como nos los recomiendan las feministasposmodernas?

FUENTES.

1. Florence Thomas, feminismo y feminismos ¿Y entonces qué más quieren las mujeres?

http://www.redalyc.org/pdf/213/21301006.pdf

2. Grupo mujer y sociedad, Mujer, amor y violencia.

http://bdigital.unal.edu.co/45756/1/9586012875.pdf

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